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jueves, 10 de agosto de 2017

Mercedes Moltedo en "Luna enlozada" el jueves 10-08-2017 y sus textos "Y que te salven" y "De Corto Plazo" desde el Taller de APOA en el Moyano del miércoles 05-07-2017

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"Y que te salven" 

Tener trillizas y tirarse al río, al dique. Y que te salven y que las salven a las cuatro.

Seguir teniendo las trillizas en una panza que no crece, en ojos que ven chico y se ven chicos. Derrumbarse, por el propio peso del cuerpo, abandonarlo, no poder sostener semejante fuerza anti-gravitatoria. Desplomarse, con las tres niñas, como las de la leche, pero menos sonrientes.

Desplomarse para ir al baño, antes de ir al baño, para bañarse antes de las seis de la mañana cuando los enfermeros todavía son civiles. Bañarse, volver al agua pero en formato de ducha y no de dique. Sentir que la lluvia te calma, porque nadie puede quedar exento de su limpieza.

Tirarse al puerto madero, tirarse al dique, todo suena duro, durísimo, a madera, a tabla, a poca agua que pueda regalar una zambullida. Y las tres niñas cayendo agarradas, embolsadas en la panza de otra niña. Ojos chicos que logran ver todo, oídos que parecen estar aún en el dique pero que pueden escuchar señoras rusas enojadas.

Paciente, ser paciente, ser de corto plazo, como una caída, de corto plazo, como un embarazo triple a corto plazo. Un deseo: que venga mi mamá y agarré a esta otra mamá de tremenda familia. Ser cinco y comer alfajores y arroz con pollo, de receta española, de receta mezcla argentina y española.

Caer y que te salven de un dique, cuya profundidad no alcanza para que los grandes buques asomen sus trompas, que tengan que esperar afuera porque mientras están salvando a una niña con tres niñas adentro. Dique, palabra corta, como el mismo salto corto con las tres niñas cortas de edad y de altura, cortas de vista y que te salven.


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"De Corto Plazo" 

Callar por un año y que tu mano defina si la elección va a ser choripán y que tu hermana te entienda como sólo pueden entender las hermanas, sin esperar nada a cambio.

Parir y que tu mamá le pegué al padre del chico que bautizás con nombre de jugador de fútbol y que salga compositor, no de goles sino de música, cantante, guitarrista, tecladista. Bautizarlo como su abuelo pero traducido al inglés, Antony. Venir de la Córdoba paraguaya y cantar un folclore guaraní en castellano.

Mirar el río en la costanera y elegir comer un choripán con él, porque él dispone de todo su día para vos aunque no entregues ni una palabra. Aunque tu voz se haya ido andá a saber si a algún rincón de Lambaré y otras voces mucho más fuertes retumben en tus sueños o en el día. Esperar la lluvia, que calme… que limpie los bancos, que limpie y arrase con todo y mientras escucharla, en paz, desde adentro. Verla caer y pasar y al mismo tiempo escuchar la canción de la señora del huerto. Escucharla tres veces repetidas por una sola voz.

Cuidar de todas, tener abuela que se llame sólo abuela, tener compañeras de baño, comer arroz con pollo, tu plato favorito. No creer más en el amor porque te dejó muda pero contagiarlo de amor a todo: a las camas, a los bancos, a las que miran y no hablan, a las que hablan y no leen porque se quedaron con los anteojos de lejos y no tienen los de cerca. A las que se mimetizan con el color de la pared, a las guías de turismo que aún recuerdan en metros la altura del tren de las nubes. Acompañar para que otra no se desplome, bailar lo que venga a la mente, una bachata, mover las caderas que antes pesaban cien kilos, moverlas… cruzar y descruzar las piernas ahora que podés. Festejarle el permiso, pedir pido para salir a trabajar, guardarse la tapita de la mermelada para capturar al hermoso pájaro que quedó pegado en ella. Andar con la bragueta abierta sonriente, llorar porque se te olvidó el cumpleaños de tu sobrina. Perder los días y encontrarlos, salteados… pasar del cuatro al seis porque el tiempo capaz se tragó uno. Sonreír, admirar la presencia y la belleza, imaginar las otras vidas, salir y volver, entrar y salir a corto plazo. Estar en corto plazo hace veinte años, cuando tu hijo capaz sólo tenía seis. Que el litoral se te pegue en la cabeza y en los colores del sweater, en la gomita de pelo, perder los dientes y sentir pudor por eso. Ocultar de a ratos la sonrisa porque los dientes se fueron con el plato del almuerzo. Alguien puede perder la cabeza, pero pocos pueden perder los dientes por perder la cabeza, o por haber perdido la voz.


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